


Como hoy era el día en que se terminaba el mundo, me levanté temprano con una lista de cosas para hacer.
Mi abuela, de visita por unos días, se sentó a la mesa con su tejido. Con hilos finos y suaves y una aguja de crochet de pinotea, tan hermosa.
Tomamos el desayuno temprano; un café con mucha leche espumosa y un budín de naranja y avena. También buscamos la tetera más linda y una panera bordada y tejida de ñandutí, donde pusimos el pan recién sacado del horno.
Nada pasó, así que el desayuno fue de lo más tranqui. Ella tejió y tejió, y yo corté un montón de telas para los nuevos sobrecitos de te.
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